sábado, 26 de septiembre de 2020

Egino (Álava): 24.SET.2020

Con la idea de coger unas endrinas para fabricar un poco de patxaran, nos llegamos hasta Egino. La mañana estaba fea, con mucha nubosidad aquí en Donosti, pero a medida que nos alejábamos de casa, el asunto iba mejorando notablemente; de modo que una vez en La Leze, puerta de entrada a la zona de escalada tantas veces frecuentada, pudimos disfrutar de un educado sol que nos acompañó en el agradable paseo –siempre un poco hacia arriba, nunca agobiante– que nos subió a la zona de escalada propiamente.

Un enorme baño de añoranza al caminar bajo los robles, rememorando las mañanas pasadas aquí; los nombres de las vías, que se confunden en nuestra memoria; las "chapas" brillantes en las paredes de una excelente roca. Fuimos caminando hasta llegar a la vertical de El Gran Azor (solo recuerdo haberme retirado de una vía de escala una o dos veces: una de ellas fue en él, una tarde muy muy calurosa: el sol en la espalda y el reflejo en la roca gris nos echó, creo que prudentemente, para abajo antes de acabar el primer largo…).

En fin, allí estaban las matas de patxaran, pero habíamos llegado tarde: más de la mitad estaban pasados, arrugados; quizá un par de semanas antes…; en fin, con los correspondientes arañazos atropamos lo que pudimos y nos volvimos un poco frustrados por la escasa cosecha y rememorando vías, peripecias, anécdotas.

El lugar estaba para chuparse los dedos: ¡mirad!, y perdonad el desorden:




















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