Con
la mejor compañía que uno pudiera desear: un grupeto de ocho, niñas y niños a
partes iguales, venidos para la ocasión de [casi] los cuatro puntos cardinales:
Córdoba, Badajoz, León y Donostia, este año anfitriona, o sea que no hemos
venido, sino que estamos (la pareja levantina nos falló a causa de un accidente
que, aunque no grave, sí que nos desvirtuó un tanto el creo que décimo
encuentro de la cuadrilla) comenzamos el recorrido para visitar los tres
templos más exquisitos de Gipuzkoa: el Santuario de Loiola, en Azpeitia; la basílica
de Arantzazu, en Oñati y la ermita de la Antigua, en Zumárraga. ¿Me seguís?, yo…
a duras penas.
Comenzamos
a los pies del monte Izarraitz, en Azpeitia, visitando el imponente Santuario
de Loyola, que envuelve la que fue en tiempos casa natal del santo: una torre
defensiva que acoge una exposición permanente acerca de la vida de Ignacio de
Loyola.
Guarda
evidentes similitudes con la basílica de San Pedro del Vaticano, pues fue
diseñado en el s.XVII por Carlo Fontana, discípulo de Bernini, que se atrevió a
levantar una cúpula de 20 metros, de la que algunos opinaban, no aguantaría su
propio peso. Pese a sus comedidas dimensiones, el templo es un canto a todas
las virtudes del barroco: desde las columnas salomónicas y la proliferación de
oros hasta los portones tallados en madera traída de Cuba, pasando por los
mármoles rosas o la lámpara de cristal de bohemia. El estilo churrigueresco es
acaso el mejor legado del conjunto religioso, plasmado en un impresionante
altar mayor. La cúpula fue finalizada en el s.XVIII y restaurada recientemente.
El
Santuario de Aratzazu es un complejo de edificios atrevidos, adelantado a
su tiempo y totalmente rupturista. La
primera piedra fue colocada en 1950, aunque el lugar ya llevaba siglos de
fervor religioso; todo comenzó cuando, según la leyenda, la Virgen de Arantzazu
se apareció a un pastor posada sobre un espino; el pastor, sorprendido le preguntó:
Arantzan zu? [¿Tú en el espino?],
dando origen al nombre con el que se conoce a la pequeña talla que preside el
ábside de la iglesia.
En
1950, Arantzazu, a unos diez kilómetros de Oñati, se convirtió en un
laboratorio arquitectónico y artístico, un proyecto muy atrevido para su época,
con cierta dosis de polémica.
Los
arquitectos Sainz de Oiza y Laorga diseñaron el edificio con sus paredes de
piedra en forma de diamante, Lucio Muñoz es el autor del ábside, Jorge Oteiza
creó los catorce apóstoles de la fachada y Eduardo Chillida y Néstor
Basterretxea hicieron lo propio con las puertas y las paredes de la clipta.
En
la Baja Edad Media se levantó el edificio que nació con vocación guerrera,
aprovechando las alturas del monte Beloki; se pensó para vigilar una encrucijada
de caminos y el paso del tiempo convirtió este fortín sin ventanas ni
decoración externa en uno de los tesoros guipuzcoanos: la Ermita de Nuestra
Señora de la Antigua, que se encuentra ubicada en el municipio de Zumárraga en
un entorno rodeado de encinas.
Su
interior alberga una increíble estructura de madera de roble que sustenta el
techo del edificio; se trata de una obra única de carpintería que, tras
diversas restauraciones, ha llegado fresca y resplandeciente hasta nuestros
días.
La
Antigua puede considerarse uno de los templos clave para la expansión del
cristianismo, además de un factor de cohesión entre los pueblos y caseríos
desperdigados por los alrededores.
En http://jrcfcmc.blogspot.com.es/search/label/La%20Antigua, tenéis alguna foto más.
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