Estábamos
cerca, de buena mañana en Salinas de Añana, a mediodía en Frías y la cascada
podía ser un excelente broche para un día caluroso y bien aprovechado.
Allá
nos fuimos, con la idea de ver desde el mirador el archifamoso salto de agua de
270 m. de altura. Subimos el puerto de Orduña, relativamente suave desde el
sur, aparcamos el coche y en un agradable paseo nos plantamos en el espectacular
mirador que proporciona una formidable vista sobre la cascada... y, ¡oh sorpresa
inesperada!, ¡oh desengaño cruel!... ¡El hombre feliz no tenía... aparte de
camisa, ni una gota de agua! ¿Dónde está toda la que nos ha caído esta primavera? ¿Dónde está mi tele potente con tanto buitre mirándonos?
Con
sumo cuidado y atención bajamos la vertiente norte del puerto [¡!], buscando la
autovía hacia Vitoria-Gasteiz, con la firme determinación de volver en época de
lluvias y, desde Delika, acercanos a la base del salto, Die volente.
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