Hemos
visitado, fotografiado y expuesto aquí lo más granado de las iglesias y
monasterios al este y al oeste de Estella; nuestra “base de operaciones” se
encuentra en Eulz. Nos resta el sur, ya que también hemos mostrado el
nacimiento del río Urederra y algún detalle de los alrededores del Balcón de
Pilatos por el norte. Pero antes de poder ocuparnos de ese sur “pendiente”, ha
surgido una excursión montañera al Moncayo, a cuyo regreso casi no quedaba otro
remedio que unas cervezas frescas literalmente a la puerta del monasterio.
Tras el merecido refresco y descanso, entramos...
Veruela
se halla situada en un pequeño valle formado por el río Huecha, que nace cerca
del monasterio, protegidos ambos -valle y monasterio- por la gran mole del
Moncayo.
En
1145 se documenta la donación del lugar para erigir un cenobio cisterciense. Estas
fundaciones -tres en Zaragoza: Veruela, Rueda y Piedra- aportaron, además de
nuevos valores religiosos y espirituales, otros de tipo político-económicas:
los monjes organizaban sus abadías como verdaderos focos de repoblación de
zonas despobladas, mediante la roturación de las tierras, o en territorios
defensivo-fronterizos, como es el caso.
La
construcción estaba en 1171 lista para ser ocupada por la comunidad. Las obras
de la iglesia duraron 250 años. El templo es sobrio, sin apenas adornos pero de
calidad y proporciones catedralicias.
El
elevado beneficio que producía el monasterio y la abundante y creciente
comunidad de frailes permitieron mejorar y ampliar la fábrica monástica.
Tras
la desamortización de Mendizábal (1835) el monasterio fue abandonando,
comenzando una tremenda decadencia. Sucesivas intervenciones institucionales
retomaron la conservación y restauración del monasterio. En la actualidad la
Diputación de Zaragoza es su propietaria y potencia tanto la restauración como
las actividades culturales.
El
monasterio, de planta hexagonal irregular, se encuentra amurallado. El torreón
de entrada es medieval. La fachada es una portada abocinada románica; encima,
un conjunto de arquillos de medio punto; en el centro de estos un crismón;
corona el conjunto un gran óculo con una celosía calada, que ilumina la nave
central. A la izquierda se alza la torre de Santiago (s. XVI y XVII).
El
claustro se halla en el centro de monasterio y distribuye los accesos a sus
distintas partes. Es gótico levantino y fue reconstruido después de la Guerra
de los dos Pedros, durante la que las tropas castellanas arrasaron esta parte
del cenobio (1366) [debieron ser los mismos castellanos que quemaron la iglesia
de Villatuerta...]. Está decorado con sencillas especies vegetales que, como en
un jardín, ocupan una posición determinada en el claustro.
La
iglesia se estructura en tres naves cubiertas con crucería simple gótica y una cabecera
muy desarrollada con girola y cinco absidiolos cubiertos con bóveda de cuarto
de esfera de tradición románica. Las obras comenzaron por el presbiterio y
consta documentalmente que sus altares fueron bendecidos entre 1168 y 1182,
retrasándose la consagración del mayor a 1248. En 1249 la mayor parte de templo
ya se había erigido. En el amplio altar se venera a Nuestra Señora de Veruela,
talla de madera policromada de finales del s. XV. En el tramo central del
crucero y talladas en alabastro blanco, se disponen nueve lápidas funerarias
decoradas con el báculo, símbolo de los abades.
Desnudez
formal no significa pobreza. Los monasterios cistercienses tienen los muros
completamente lisos pero conforman espacios de una belleza singular, impactante
en su propia sobriedad. Si bien San Bernardo clamaba contra el lujo excesivo de
los cluniacenses (Los muros de la iglesia
están cubiertos de oro, pero los hijos de la iglesia están desnudos), no
renunció a emplear en sus edificaciones piedra de calidad y bien trabajada, ni
a contar con buenos artífices que llevaran a cabo un plan monástico donde
estaba estudiado hasta el último detalle: en pro de la funcionalidad y también de la armonía y la belleza.
Si
algo destaca en Veruela es el perfecto equilibrio de las proporciones, cuidado
hasta el milímetro en todas sus estancias. Puro ritmo, pura armonía matemática
en la que nada desentona ni chirría. Todo está perfectamente calculado a partir
de unos pocos módulos básicos: los que hay grabados en la denominada “piedra de
mesura”, que se conserva junto al acceso a la sala capitular, bajo el primer
arco de la derecha. Sobre estas sencillas medidas se calcularon todos los
elementos del monasterio: desde la anchura de los vanos y columnas del claustro
hasta la altura de las naves de la iglesia, desde el grosor de los muros a la
luz de los arcos. Matemática esencial.
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