La
Iglesia de Santa María Magdalena es el mayor exponente de arquitectura románica en
Tudela. Su construcción se remonta a mediados del s. XII, es
decir, es contemporánea a la Catedral de Santa María, si bien esta última tardó
más años en ser finalizada. A lo largo de los siglos ha sufrido numerosas
remodelaciones, pero que a causa de una fuerte reconstrucción, en el que fueron
derribadas casas que se encontraban adosadas y dos capillas de ladrillo, sin
ningún tipo de historia ni arte, ha quedado prácticamente como fue concedida originalmente.
Según algunos expertos, la construcción se levanta sobre una antigua iglesia
mozárabe.
La
Iglesia es un sobrio y bello edificio románico. Está dividido en 7 tramos, con
un total de unos 25 m. de longitud, y reforzado con robustos y prismáticos
contrafuertes.
La
nave está cubierta con una bóveda de medio cañón apuntado, apoyada sobre
fuertes arcos fajones y capiteles historiados. El ábside no es semicircular,
como en la mayor parte de los templos románicos de su tiempo, sino plano.
Presenta
dos puertas dignas de atención, la principal situada a los pies de la nave y
una lateral (inutilizada), situada a la izquierda. A la izquierda de la puerta
principal, se encuentra la torre.
En
sucesivas reformas, se abrieron capillas como la de Santa Ana (siglo XVI). El
Retablo principal, de estilo plateresco, preside el altar mayor es obra del
escultor Domingo de Segura, data del siglo XVI y está dedicado a la Magdalena.
Una
de las curiosidades de esta iglesia es que pertenece a las Iglesias de cabecera
"torcida", es decir, el ábside se encuentra girado a la izquierda de
la nave.
El
templo tiene una larga historia, pues ya existía bajo la dominación musulmana
como templo mozárabe dedicada al culto cristiano. Se sabe que la parroquia
existía en época musulmana pues se cita por primera vez en un documento de
1119, justo después de la reconquista de Tudela. Posteriormente se vuelve a
citar en numerosas ocasiones a lo largo de los siglos XII y XIII. Parece ser
que sobre el templo mozárabe, se levantó el actual edificio románico en la segunda
mitad avanzada del siglo XII, quizás entre 1150 y 1160, pero finalizándose por
completo a principios del siglo XIII. La puerta principal de la iglesia estuvo
desde 1708 protegida por una fachada de ladrillo, la cual fue retirada en la
restauración realizada en 1986.
En
el lado norte de la iglesia y a la izquierda de la puerta principal, se
encuentra la torre románica exenta menos por un lado del cuerpo de la iglesia,
no muy alta, y con tres cuerpos de planta cuadrada.
El
primero posee dos pequeñas ventanas de iluminación.
El
segundo tiene cuatro ventanas con arcos de medio punto, una en cada lado.
El
tercero tiene ocho ventanas ajimezadas, dos en cada cara y en este cuerpo
también están las 5 campanas.
La
portada principal es de medio punto perteneciendo al románico avanzado. Se
pueden apreciar tallas en piedra que relatan escenas del Nuevo Testamento, así
como distintos adornos vegetales y diversos oficios (músicos, canteros, etc.),
destacando en el tímpano un Pantocrátor con símbolos de los cuatro evangelistas.
Preside
el templo un retablo mayor de gran tamaño de mediados del Siglo XVI, que viene
a ser uno de los mejores conjuntos del primer Renacimiento navarro. Fue
subastado a candela a comienzos de 1551, con la participación de los más
importantes maestros de la zona, como Esteban de Obray y Pedro de Navascués, de
Tudela, Pierres del Fuego, de Tarazona, y Pedro de Segura y Juan Remírez, de
Sangüesa; después de diversas pujas la candela se apagó en favor de Juan
Remírez, quien se obligaba a hacer el retablo por la cantidad de 264 ducados.
También intervendrá en la obra el otro maestro sangüesino, Pedro de Segura; a
ambos se les conoce en la documentación como «los maesos de Sangüesa».
Pero
la figura principal, a la que se le debe fundamentalmente el retablo, es
Domingo de Segura, pariente de los anteriores, que aparece trabajando desde
1552. Los trabajos están concluidos en 1556, cuando se le abonan doce ducados a
un tal «Maese Miguel» en concepto de la tasación.
Estilísticamente,
el retablo pertenece a un Renacimiento avanzado, en el que se valora lo
propiamente arquitectónico, aún sin abandonar lo ornamental, que en este caso
no es muy profuso y tiende a la plasticidad.
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