En su origen
dedicada a santo Tomé, es uno de los más valiosos monumentos del románico
castellano.
Fue erigida
en el s. XII (1148), aunque no todas las estructuras del edificio datan del
mismo siglo: a lo largo del tiempo fue remodelado varias veces y se añadieron
varias estructuras.
La fachada
de Santo Domingo ocupa un puesto de especial interés en el arte medieval
hispano. La calidad exterior y los escasos paralelos con los que cuenta este
tipo de composición en el ámbito peninsular la convierten en uno de los
conjuntos más importantes de la época.
El transepto
y la cabecera son de finales del siglo XVI de estilo renacimiento tardío. El
tramo que sigue al transepto hacia los pies de las naves es un residuo del
primitivo templo románico levantado en la primera mitad del siglo XII. A esa
misma construcción pertenece la torre adosada al lado norte de dicho tramo. Por
fin, los tres tramos finales y la fachada occidental, todo ello románico
también, son obra del rey Alfonso VIII de Castilla, por tanto de fines del
siglo XII.
Alfonso VIII
heredó el trono de Castilla en 1158 con tan sólo tres años de edad. Dos
poderosas familias se disputaron su interesada tutela: los Lara y los Castro,
mientras que la regencia quedó en manos de su tío Fernando II de León. En tales
circunstancias la ciudad de Soria acogió y ocultó al rey niño, salvaguardándolo
de acechantes peligros. No es de extrañar que mostrase su agradecimiento a la
ciudad celebrando en ella, en 1170, sus nupcias con Leonor de Inglaterra y
erigiendo la nueva iglesia de tres naves en sustitución de la modesta anterior.
Su esposa Leonor era hija de Enrique II de Inglaterra y de Leonor de Aquitania,
de quien obtuvo el ducado de Aquitania que aportó como dote a su matrimonio (si
bien Alfonso VIII nunca pudo anexionarlo a la corona). Esto explica que la
fachada de Nuestra Señora de Poitiers sirviera posiblemente de modelo para la
de Santo Domingo y que fuesen maestros poitevinos los que interviniesen en su
realización. Lo cierto es que este frente, cuya portada se encuentra
magníficamente conservada por haber dispuesto hasta hace poco de un tejaroz
(alero del tejado, tejadillo construido sobre una puerta o ventana) representa
uno de los mayores logros del románico español.
El
frontispicio fue edificado en sillería de piedra arenisca -ahora de tonalidad
rojiza debida a la oxidación. El edificio muestra una cubierta a dos aguas
coronada por una cruz colada florenzada, restaurada, pues la original estaba
gravemente deteriorada. Debajo, en el centro del ángulo superior de la fachada,
se abre un enorme rosetón con tres arquivoltas que rodean el vano formado por
ocho columnillas radiales, que a su vez sostienen arquitos de medio punto
perfilados en punta de diamante. Este óculo, enormemente abocinado, se
encuentra realzado por dos roscas que lo envuelven y descansan a cada lado
sobre finas columnas y ménsulas con forma de capitel.
En el
conjunto destaca la armonía conseguida mediante la horizontalidad de la
división en pisos y la verticalidad de la sucesión de columnas que sustentan
los arcos ciegos que rítmicamente decoran el paramento. El resultado es una
fachada más ancha que alta.
La parte
inferior está formada por tres cuerpos verticales. Los dos laterales están
constituidos por dos series de arquerías superpuestas al muro, cada una de
ellas consta de cuatro arcos de medio punto asentados sobre columnas con
capiteles decorados, y cimacios que se prolongan como impostas en las pilastras
(de sección rectangular) que deslindan las parejas de arcos entre sí. La
fachada está dividida horizontalmente por cuatro molduras que compensan
equilibradamente la altura. La primera, desde abajo, es la que corresponde a
los cimacios de todos los capiteles del primer nivel de arquerías. La segunda
es la base de apoyo de las columnas del segundo piso de arcos, y de las dos
esculturas sedentes situadas simétricamente respecto al eje del conjunto. La
tercera línea corresponde a los cimacios de los capiteles de la segunda
elevación de arquerías y la cuarta se apoya sobre las claves de los arcos
superiores. La línea de imposta de la banda inferior es la que recibe una
decoración más variada, y en ella destaca sobre todo el rico cimacio de la
portada. Por el contrario, la imposta de los capiteles de arriba tan sólo tiene
dos tipos de ornamento: uno formado por la repetición de hojas enfrentadas
vueltas sobre sí mismas, y otro con un esquema de roleos que parecen partir del
tallo de un vegetal enrollado.
Así, los dos
pisos de galerías están organizados mediante ocho arcos ciegos en cada altura,
arcadas que se colocan de cuatro en cuatro a los lados de la portada. Para compensar visualmente el alto de los fustes
de las columnas, ya que son más esbeltos los de abajo, las dimensiones de los
capiteles varían entre ambas alzadas y además los de la parte inferior tienen
la cesta más ancha. En el piso superior, en las esquinas de ambos lados se ha
tallado una moldura semicircular que de manera vertical resalta los extremos de
la fachada (comienza en la segunda moldura horizontal y llega casi hasta la
primera hilada de sillares bajo la vertiente). Se trata de un recurso
decorativo que pone en evidencia la misma concepción del paramento en todo el
segundo cuerpo de arquerías y en el del rosetón.
La portada destaca como un resalte de sección
rectangular que sobresale en el conjunto de la fachada. Esta puerta presenta un
arco de medio punto de notables dimensiones cuyo acusado derrame permitió la
realización de las cuatro arquivoltas decoradas con escenas variadas, mientras
en el exterior una cornisa de decoración floral (con hojas carnosas abiertas y
afrontadas) rodea el conjunto. Todas las roscas descansan sobre diez columnas
con capiteles esculpidos de forma tronco-piramidal invertida, que se alternan
con otras seis columnillas muy estrechas sin capitel y con remate triangular.
La colocación de los elementos es totalmente simétrica, y por lo tanto existen
cinco columnas gruesas a cada lado de la puerta, apeadas sobre un plinto que
recorre toda la parte inferior del monumento. El rectángulo de la portada está
rematado por un guardapolvos de decoración floral (sumamente deteriorado)
soportado por ocho modillones (con decoración imposible de precisar). Además, a
lo largo de toda la fachada hay dispuestos nueve gruesos canes que seguramente
sostenían un tejado de madera (tres sobre el cuerpo adelantado de la portada y
otros tres a cada lado). A simple vista, es evidente que la plasticidad del
conjunto se ve motivada por la atención visual dirigida hacia la portada como
foco principal.
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