sábado, 15 de septiembre de 2012

Iglesia de Santo Domingo (Soria capital): 11.SET.2012



En su origen dedicada a santo Tomé, es uno de los más valiosos monumentos del románico castellano.
Fue erigida en el s. XII (1148), aunque no todas las estructuras del edificio datan del mismo siglo: a lo largo del tiempo fue remodelado varias veces y se añadieron varias estructuras.
La fachada de Santo Domingo ocupa un puesto de especial interés en el arte medieval hispano. La calidad exterior y los escasos paralelos con los que cuenta este tipo de composición en el ámbito peninsular la convierten en uno de los conjuntos más importantes de la época.
El transepto y la cabecera son de finales del siglo XVI de estilo renacimiento tardío. El tramo que sigue al transepto hacia los pies de las naves es un residuo del primitivo templo románico levantado en la primera mitad del siglo XII. A esa misma construcción pertenece la torre adosada al lado norte de dicho tramo. Por fin, los tres tramos finales y la fachada occidental, todo ello románico también, son obra del rey Alfonso VIII de Castilla, por tanto de fines del siglo XII.
Alfonso VIII heredó el trono de Castilla en 1158 con tan sólo tres años de edad. Dos poderosas familias se disputaron su interesada tutela: los Lara y los Castro, mientras que la regencia quedó en manos de su tío Fernando II de León. En tales circunstancias la ciudad de Soria acogió y ocultó al rey niño, salvaguardándolo de acechantes peligros. No es de extrañar que mostrase su agradecimiento a la ciudad celebrando en ella, en 1170, sus nupcias con Leonor de Inglaterra y erigiendo la nueva iglesia de tres naves en sustitución de la modesta anterior. Su esposa Leonor era hija de Enrique II de Inglaterra y de Leonor de Aquitania, de quien obtuvo el ducado de Aquitania que aportó como dote a su matrimonio (si bien Alfonso VIII nunca pudo anexionarlo a la corona). Esto explica que la fachada de Nuestra Señora de Poitiers sirviera posiblemente de modelo para la de Santo Domingo y que fuesen maestros poitevinos los que interviniesen en su realización. Lo cierto es que este frente, cuya portada se encuentra magníficamente conservada por haber dispuesto hasta hace poco de un tejaroz (alero del tejado, tejadillo construido sobre una puerta o ventana) representa uno de los mayores logros del románico español.
El frontispicio fue edificado en sillería de piedra arenisca -ahora de tonalidad rojiza debida a la oxidación. El edificio muestra una cubierta a dos aguas coronada por una cruz colada florenzada, restaurada, pues la original estaba gravemente deteriorada. Debajo, en el centro del ángulo superior de la fachada, se abre un enorme rosetón con tres arquivoltas que rodean el vano formado por ocho columnillas radiales, que a su vez sostienen arquitos de medio punto perfilados en punta de diamante. Este óculo, enormemente abocinado, se encuentra realzado por dos roscas que lo envuelven y descansan a cada lado sobre finas columnas y ménsulas con forma de capitel.
En el conjunto destaca la armonía conseguida mediante la horizontalidad de la división en pisos y la verticalidad de la sucesión de columnas que sustentan los arcos ciegos que rítmicamente decoran el paramento. El resultado es una fachada más ancha que alta.
La parte inferior está formada por tres cuerpos verticales. Los dos laterales están constituidos por dos series de arquerías superpuestas al muro, cada una de ellas consta de cuatro arcos de medio punto asentados sobre columnas con capiteles decorados, y cimacios que se prolongan como impostas en las pilastras (de sección rectangular) que deslindan las parejas de arcos entre sí. La fachada está dividida horizontalmente por cuatro molduras que compensan equilibradamente la altura. La primera, desde abajo, es la que corresponde a los cimacios de todos los capiteles del primer nivel de arquerías. La segunda es la base de apoyo de las columnas del segundo piso de arcos, y de las dos esculturas sedentes situadas simétricamente respecto al eje del conjunto. La tercera línea corresponde a los cimacios de los capiteles de la segunda elevación de arquerías y la cuarta se apoya sobre las claves de los arcos superiores. La línea de imposta de la banda inferior es la que recibe una decoración más variada, y en ella destaca sobre todo el rico cimacio de la portada. Por el contrario, la imposta de los capiteles de arriba tan sólo tiene dos tipos de ornamento: uno formado por la repetición de hojas enfrentadas vueltas sobre sí mismas, y otro con un esquema de roleos que parecen partir del tallo de un vegetal enrollado.
Así, los dos pisos de galerías están organizados mediante ocho arcos ciegos en cada altura, arcadas que se colocan de cuatro en cuatro a los lados de la portada.  Para compensar visualmente el alto de los fustes de las columnas, ya que son más esbeltos los de abajo, las dimensiones de los capiteles varían entre ambas alzadas y además los de la parte inferior tienen la cesta más ancha. En el piso superior, en las esquinas de ambos lados se ha tallado una moldura semicircular que de manera vertical resalta los extremos de la fachada (comienza en la segunda moldura horizontal y llega casi hasta la primera hilada de sillares bajo la vertiente). Se trata de un recurso decorativo que pone en evidencia la misma concepción del paramento en todo el segundo cuerpo de arquerías y en el del rosetón.
La portada destaca como un resalte de sección rectangular que sobresale en el conjunto de la fachada. Esta puerta presenta un arco de medio punto de notables dimensiones cuyo acusado derrame permitió la realización de las cuatro arquivoltas decoradas con escenas variadas, mientras en el exterior una cornisa de decoración floral (con hojas carnosas abiertas y afrontadas) rodea el conjunto. Todas las roscas descansan sobre diez columnas con capiteles esculpidos de forma tronco-piramidal invertida, que se alternan con otras seis columnillas muy estrechas sin capitel y con remate triangular. La colocación de los elementos es totalmente simétrica, y por lo tanto existen cinco columnas gruesas a cada lado de la puerta, apeadas sobre un plinto que recorre toda la parte inferior del monumento. El rectángulo de la portada está rematado por un guardapolvos de decoración floral (sumamente deteriorado) soportado por ocho modillones (con decoración imposible de precisar). Además, a lo largo de toda la fachada hay dispuestos nueve gruesos canes que seguramente sostenían un tejado de madera (tres sobre el cuerpo adelantado de la portada y otros tres a cada lado). A simple vista, es evidente que la plasticidad del conjunto se ve motivada por la atención visual dirigida hacia la portada como foco principal.












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