Pues
el plan era echarle una ojeada a Asturias: Gijón -campamento base-, Avilés,
Oviedo y algún pueblecito guapo (casi todos) que nos pillara de camino. Previamente
pasamos por Villafruela (Burgos) para recoger a la quinta pasajera del grupo y,
de paso, echar un vistazo por los alrededores de Lerma. El domingo 29 nos
fuimos a Gijón. A ver si consigo un mínimo de orden...
Covarrubias es un hermoso pueblo
situado en la comarca burgalesa del Arlanza; tiene un marcado y cuidado aspecto
medieval: sus calles empedradas, la Casa de Doña Sancha, los cruceros, las
murallas y la excolegiata de San Cosme y San Damián son notables ejemplos de
ello.
Covarrubias |
Excolegiata de San Cosme y San Damián |
De
allí nos llegamos a Santo Domingo de Silos, pero antes nos desviamos al
desfiladero de La Yecla, una
profunda y angosta garganta de 600 m., excavada en el tiempo por el arroyo El
Cauce en las Peñas de Cervera. Una pasarela permite recorrerlo cómodamente; en
algunos tramos casi podemos tocar ambas paredes con solo extender los brazos:
espectacular. En las proximidades se halla uno de los mayores sabinares de
Europa.
Desfiladero de La Yecla |
Volvemos
sobre nuestros pasos para entrar en Santo
Domingo de Silos, situado en la Sierra de la Demanda. Allí el Cid y su
esposa Jimena donaron algunas heredades al monasterio, que se estaba
construyendo (año 1081). Conserva también un marcado sabor medieval y un
conjunto monumental en el que destaca, sobre todo por su tamaño, el monasterio.
No tuvimos suerte con los horarios, por lo que no pudimos visitar el claustro;
otra vez será. Regresamos a Lerma; el sol iba bajando y la temperatura también:
un breve refrigerio y a casa.
Santo Domingo de Silos |
Llegamos
a Gijón justo a la hora del almuerzo:
fabada asturiana, ¿cómo no?, y en cantidad, para que sobre: ¡estamos en el
Principado!
Gijón
es... prehistórico y romano, revolucionario, urbano, minero, metalúrgico,
vanguardista, marinero, cosmopolita, festivo y hospitalario, ¿se puede pedir
más? Dicen que los romanos se enamoraron de Gijón y nosotros no íbamos a ser
menos: es como sentirse un poco en casa, con el mismo mar y el mismo escultor:
Cantábrico y Eduardo Chillida y su Elogio
del Poniente. Paseamos tranquilamente desde la Playa de Poniente por la
Atalaya, el parque del Cerro de Santa Catalina y la iglesia de San Pedro hasta
la playa de San Lorenzo (y nos paramos en la Escalerona, a ver si con tanta
humedad apetecía mear, pero no); en fin: una verdadera maravilla para los
sentidos. Por la tarde nos llegamos hasta la estatua de La Madre del Emigrante y la "playa" de El Rincón: otro regalo.
Atención
al dato: 275.000 habitantes en el censo de 2015 y prácticamente ningún espacio
libre para aparcar, a veces ni siquiera pagando.
Al
llegar a Oviedo, como seguramente no
podría ser de otro modo, nos fuimos directamente al Monte Naranco, a coger
altura y a conocer de primera mano Santa María del Naranco y San Miguel de
Lillo, ambos templos son muestra notable del llamado arte asturiano o ramirense
(personalmente a esta época no me gusta llamarla "prerrománico"). Os
remito a la Wikipedia y/o a sendas páginas web con más completa y mejor
información.
Santa María del Naranco |
San Miguel de Lillo |
No hay comentarios:
Publicar un comentario