viernes, 14 de junio de 2019

Iglesia de San Vicente, Donostia: 13.JUN.2019


Callejeando ayer por la Parte Vieja, máquina al hombro, llegué hasta el final de la calle Narrika. Allí se encuentra la iglesia de San Vicente.
Llamaron mi atención seis grandes esculturas de bronce que hay en el atrio: se trata de una exposición de Eduardo Chilliza Belzunce -el benjamín del gran escultor-, que conforman la muestra En la mejor compañía, desde el 17 de agosto pasado. Dos de las piezas representan unas enormes manos, las otra cuatro son figuras humanas, reflejo del hombre, sus alegrías y sus penas, sus combates y sus virtudes, en palabras de Susana Álvarez, comisaria de la muestra y esposa del escultor.






La iglesia de San Vicente fue construida por los arquitectos Miguel de Santa Celay y Juan de Urrutia entre los siglos XV y XVI sobre un templo anterior, devastado por las llamas. Es, por tanto, un templo edificado en casi su totalidad en estilo gótico tardío.

En 1619 se añadió el pórtico barroco y en 1666 y 1784 respectivamente la sacristía y el coro. Se trata, probablemente, del monumento más antiguo que se conserva en la ciudad.

Templo gótico de planta rectangular, de tres naves con crucero alineado con las fachadas laterales; la parte exterior contrasta en cuanto a armonía y uniformidad con la simplicidad y finura del interior; ello es debido a los muchos añadidos y arreglos que se han ido realizando exteriormente con el paso del tiempo.

Me llamaron particularmente la atención el retablo mayor (1586), flanqueado a ambos lados por el retablo del sagrario a la izquierda y el retablo neoclásico a la derecha; y el gran órgano francés, construido en 1868 por Aristides-Cavaille-Coll y rehabilitado recientemente en Nantes.




















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