martes, 26 de julio de 2016

Pirineo oscense (Castiello de Jaca): 22-25.JUL.2016



Nuestro “cuartel general” se estableció, como ya comienza a ser tradición, en Castiello de Jaca.
La mañana del sábado la empleamos haciendo una suave caminata por la derecha de la estación de esquí de Candanchú, recorrido que en invierno se convierte en circuito de esquí de fondo. Las nubes “clavadas” en la cumbre ponen una peculiar nota blanca; acaso el monte echa de menos la buena capa de nieve del invierno y se protege del duro sol del verano con un elegante sombrero de nubes…




Su eminencia el Midi d'Ossau (2.884 m.)
 


El domingo nos vamos a Hecho y a la Selba d’Oza (muy concurrida por cierto); continuamos hacia Guarrinza y llegamos hasta cerca del salto D’Achar, llevando siempre a nuestra izquierda un hilo de agua: el río Aragón-Subordán: quién lo diría. El calor apretaba y la pista por el fondo del valle nos invitó a dar media vuelta. ¡Decididamente, hay que madrugar más!
Nuevo alto en la Selba d’Oza para refrescarnos y por la estrecha carretera a Siresa a comer. Mi recuerdo del potente y ruidoso caudal de agua que en invierno acompaña a la carretera se diluye rápidamente (veréis porqué).







Alturas sobre el valle de Guarrinza
 




El agua justa para ganar una apuesta


Alturas sobre la Selba d'Oza



 


De regreso a Castiello por Jasa, Aisa y Borau nos desviamos hasta la iglesia de San Adrián de Sasabe.
Construida entre mediados del s.XI y principios del XII (1050-1140) con piedra sillar en la confluencia de los barrancos Calcil y Lupán; por las sucesivas crecidas de estos -que conforman el río Lubierre- llegó a estar semienterrada. Recuperó su aspecto original en 1961  y fue declarada Monumento Nacional en 1965.
Consta de una nave única cerrada en ábside semicircular de bóveda de horno, en el que se abren tres ventanas. En el lado norte, cerca del presbiterio, se adosa una torre de planta cuadrada, de la que únicamente se conserva la parte baja.
Conforma un claro ejemplo de la relación entre el románico jaqués y el lombardo, evidente en la ornamentación arquitectónica. La portada presenta dos arquivoltas en arco de medio punto; la interior se apoya en dos columnas con capiteles -el derecho muy deteriorado- con decoración vegetal. En el muro sur se abre otra puerta, también en arco de medio punto, decorado con el típico ajedrezado jaqués (resumen del cartel a la entrada de la iglesia).
 


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