El
descubrimiento de las formaciones de los acantilados de Jaizkibel fue como un
imán potente que ha hecho que esta sea la quinta o sexta visita que solo o
acompañado he hecho a este indescriptible lugar.
Nos
hemos centrado (Álvaro, ayudante de lujo y yo) en esta ocasión en una
relativamente pequeña área, a caballo de los municipios mencionados de Pasaia y
Hondarribia: allí se encuentra la mayor concentración de formaciones. En algo menos
de una hora de suave bajada desde la carretera estábamos prácticamente a la
orilla del mar, que aun con la marea bajando golpeaba con fuerza la orilla
rocosa, generando una imponente nube de agua pulverizada; (describía su efecto
y el de su desaparición, el llamado efecto
espray en la entrada “Jaizkibel: 13.NOV.2011 I”).
La
intención en esta ocasión ha sido “acercarnos” un poco más a las rocas
erosionadas, mostrar mejor esa erosión que da lugar a muy curiosas y
fotogénicas formas -que recuerdan en algunos casos vagamente los panales de las
abejas-. A propósito he hecho desaparecer el paisaje circundante de las
formaciones y he buscado los recovecos, las formas, las vetas de color, etc.
Vamos
a verlo:
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